Atrás

A susurros. Jorge Adrados. Pintura

Adrados. Pintura

Cada día en el mar del vivir nos sentimos frágiles. Cada día, aunque tan solo sea por un instante, el aliento del mal nos empuja al borde del abismo de la eternidad y en la nada nos sentimos perdidos.
De repente, el tiempo se detiene. Un silencio esencial se confunde con las palpitaciones mismas de la vida. Escuchamos atentamente y percibimos susurros, se dejan entrever imágenes veladas, inquietantes, cargadas de sugerencias. Suaves paisajes, bosques en la lluvia tras los cristales… brumas. Fines de otoño, inviernos, primaveras lluviosas. Paisajes del espíritu en comunión con el universo.
Siempre llevamos con nosotros un vídeo inolvidable de emociones en el fondo del corazón con lo que, a veces, damos un salto y abrazamos el infinito sin límite. Y surgen preguntas ¿Dónde nace el gesto artístico que se convierte en objeto de arte? ¿Existe un recorrido biológico de la creatividad? Y, si es así, ¿dónde está y que es?
La producción artística es el resultado del trabajo del ciclo biológico del arte. La poética es el leguaje del artista que con la lente de su genialidad creativa analiza el futuro en su continuo y caótico presente a fin de sintetizarlo con la lente del recuerdo para proyectar su pasado. Así, la obra poética quiere ser la visualización del choque explosivo entre el contenido racional y el contenido poético de la existencia. Si la racionalidad permite al hombre administrar su tiempo fugaz y relativo, la poesía le permite vivir su tiempo histórico e inmutable.

El gesto creativo de Jorge Adrados nace de un conjunto de luminosos torbellinos de color que paso a paso, veladura tras veladura, se va apaciguando. Espacio y serenidad, armonía en equilibrio horizontal que, como nuestra visión, tiene la forma de una ligera elipse, sin contornos, y se arquea en una franja huidiza de tonos iridiscentes. Por el continuo estudio de la naturaleza, hace observaciones minuciosas de cada efecto de luz sobre las formas y, en un paciente proceso de pintura de transparentes lavados, es capaz de encontrar un equivalente visual para cada observación, para cada emoción, para trasmitir un sinfín de sensaciones.
El método de trabajo de Jorge Adrados se genera en un espacio llamado tiempo con el propósito de ir descubriendo a medida que trabaja. Cada cuadro es una fase del esfuerzo prolongado por encontrarse a sí mismo. Pintura, y poesía representan las dos vertientes de una misma inspiración. Por su naturaleza misma, al igual que la poesía se expresa de una manera sucesiva, tiene lugar en el tiempo y dispone las palabras en el espacio, esta pintura adquiere la dimensión espacial del lenguaje poético. La sucesión de lienzos sin limitación de marco requiere una lectura libre, que ofrece al espectador la posibilidad de crear él mismo un número ilimitado de composiciones diferentes según la forma en que seleccione, aisle y encuadre los diferentes segmentos de la serie. El ojo es dirigido al transitar por el conjunto de las piezas en la búsqueda de un viaje imaginario. La composición de la obra progresa y se desarrolla en el tiempo como un poema o como una pieza de música, al disponer alternancias de movimientos lentos o rápidos en su contemplación. Es una poética sin núcleo, de cuadro-verso, de vibrato musical que emociona por sí.
Jorge Adrados, además de pintor, es un poeta, un poeta muy consciente de la precariedad de la esencia humana entre las fuerzas inmensas de la naturaleza, y esta visión de la condición humana la expresa, simbólicamente, con los títulos de sus exposiciones, «Los silencios de una voz», «A solas», «Esencias», «Natural», «Latidos», «A susurros», a modo de versos compuestos con la pintura misma, con la manera de modelar la materia y la luz, con las delicadas y abstractas armonías de color con las que el pintor revela su personal mundo, que incluso se manifiesta como un «realista» por su profunda fidelidad a la naturaleza. Desde su interior, de modo natural, hace crecer árboles, reflejos acuáticos, cálidos fulgores de fuego, vapores atmosféricos, los elementos de la naturaleza.
El poeta, el pintor están asociados a la creación cósmica, en tanto que la creación artística es una participación del dinamismo del universo. En un ir y venir cíclico, Jorge Adrados comienza su acción creativa desde la disolución completa de la forma, con un planteamiento informalista, y la principal preocupación es el tratamiento del color y la luz que en el proceso se va suavizando y oscureciendo, pues, en definitiva, el fenómeno de la luz es la sombra, el negativo. Va del caos germinal al orden armónico. El concepto clave es la armonía, la que hace acordar al individuo a los ritmos del universo.
Paulatinamente, las fuerzas se equilibran, se estructuran rigurosamente, surgen las formas e intenta expresar enteramente, por medio del color, los dos temas con los que se enfrenta el artista, o sea el decir algo acerca del hombre y de su posición en la naturaleza, plasmar su sentido del valor insignificante del hombre y, en las evocaciones de paz y tranquilidad, su percepción de las esencias de la naturaleza que otorgan y enriquecen la vida. Con todo ello ha alcanzado a crear un mundo de luz y color, un mundo que refleja la fragilidad y la vulnerabilidad del hombre, sus sueños y aspiraciones, sus deseos y su efímera paz.
Blanca García Vega
Catedrática de Historia del Arte
Vicepresidenta de AICA/Spain
Presidenta de ACYLCA