Durante el siglo XIV y XV, hubo una proliferación de castillos y fortalezas, aunque estas no tenían un carácter defensivo exclusivamente. Ya que sus promotores no eran ya ni reyes ni grandes señores, cabezas de familias de la alta nobleza; si no, la pequeña nobleza burguesa que buscaba cierto prestigio y cuyas construcciones cuentan con unas instalaciones más próximas a palacios fortaleza. Muchas de estas construcciones son las incluidas en esta ruta. Estas fortalezas palaciegas, tienen unas dimensiones y formas constructivas muy similares, por lo que se ha denominado “Escuela de Valladolid”.
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El río Esgueva nace en las faldas burgalesas de la sierra de Cervera, en un paraje apartado y aislado junto a una solitaria sabina.  Desde ese lugar emprenden el largo viaje que, 124 kilómetros más tarde, le llevará a entregar sus aguas al río Pisuerga, en la misma capital Vallisoletana. Un largo trecho de ese viaje discurre por la provincia de Valladolid, abriendo a su paso un valle en el que no faltan pueblos viejos, antiguas bodegas y castillos poderosos.

En esta ocasión la carretera VA-100 la calzada escogida para adentrarse por el valle que abre el río Esgueva en su tramo final, antes de rendir sus aguas en un Pisuerga que atraviesa decidido la capital Vallisoletana.
Organo castro nuevo
Esta comarca natural ocupa una extensa porción de territorio al norte y noroeste de la capital. En lo paisajístico, se caracteriza por sus extensas parameras, salpicadas de pequeños valles y alcores en las que aún quedan densas manchas boscosas, vestigios del frondoso arbolado que hubo en ellas hasta hace un siglo. Es un territorio histórico en el que se fundaron importantes monasterios, vivió memorables batallas y acoge hoy una larga lista de poblaciones llenas de interés.
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Se adentra este viaje por un territorio de viñedos y ondulaciones suaves bañado por las aguas del Duero, en cuyas márgenes se ubican algunas de las más afamadas bodegas vallisoletanas. Pero también importantes poblaciones o singulares monasterios, como el de Valbuena. El infante don Juan Manuel, señor de Peñafiel y su Castillo, príncipe y escritor que recorrió estos mismos paisajes a finales del siglo XII y principios del XIV, está considerado como uno de los grandes creadores de la literatura castellana.

Parte este itinerario de la capital vallisoletana para explorar con detenimiento uno de sus paisajes más característicos, el largo y sinuoso brazo que dibuja el río Duero de este a oeste, tentáculo que llena de vida y esplendor unas riberas famosas en el mundo entero por la calidad de sus vinos.
Imagen del teclado del organo de Iglesia Parroquial de San Miguel en peñafiel.
Discurre este itinerario a través de un paisaje rico en contrastes y matices. Se desliza desde las riberas frondosas de Castronuño, bañadas por el Duero, hasta los viñedos que han hecho de Rueda una localidad de referencia. Pero no faltan las amplias extensiones de pinares, inesperadas charcas de flujo intermitente y campos de secano y regadío. Son las tierras que rodean la localidad de Medina del Campo, histórico punto de encuentro cuyas ferias estuvieron entre los primeras de Europa.
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La tierra de Campos es una comarca natural que se extiende a lo largo de las provincias de Valladolid, Palencia y Zamora. Casi la mitad de toda su superficie corresponde a la provincia de Valladolid. Con los anchos horizontes que se abren hacia el norte de la capital. Lejos de lo que pueda parecer a primera vista, sus inmensas llanuras cerealistas conforman paisajes siempre cambiantes, ricos en color y vida, salpicados de poblaciones orgullosas de su rico patrimonio artístico y monumental.
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