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Pintura y Vida. Retrospectiva de Pilar Marco Tello.(1943-2020)

Pintura y Vida. Retrospectiva de Pilar Marco Tello.(1943-2020)

PINTURA Y VIDA
Retrospectiva de Pilar Marco Tello
(1943-2020)
Pintura y vida resumen esta exposición retrospectiva que pretende ofrecer una visión sintética, aunque significativa, de la obra de Pilar Marco. Se ha reunido un conjunto de obras que son el reflejo de su experiencia vital, pero que a su vez constituyen una realidad en sí mismas, como resultado de un trabajo artístico reflexivo, que se alimenta no solo de lo vivido, sino también de lo soñado y lo anhelado.
La obra de Pilar Marco Tello nos lleva de la mano por diversos territorios. La mirada al entorno cotidiano se vuelve muy pronto profundamente introspectiva. Pero al abrirse a espacios y lugares en los que el espectador puede sentirse incluido, sus cuadros se convierten en una experiencia compartida; la de la pintora en su estudio, en el proceso de trabajo y reflexión; y la del espectador que se sitúa frente a la obra y que puede sumergirse en ese espacio irreal, aunque material y de una absorbente cualidad estética.
Las obras seleccionadas para esta exposición, un total de veintinueve pinturas pertenecientes a la donación que la familia de la artista ha hecho a la Diputación de Valladolid, se han agrupado en siete apartados que corresponden a diversas fases de su evolución artística. Una mirada en construcción (1963-1966) reúne algunas pinturas de juventud, dos vistas de la ciudad de Zaragoza y dos cuadros realizados durante su estancia en la Escuela de Paisaje de El Paular (Segovia). El dibujo del natural fue la base de su aprendizaje, pero en estos lienzos es ya evidente el carácter eminentemente pictórico de su obra. El color es, desde sus comienzos, expresión de su subjetividad.
La sección A través del paisaje (1970-1975) muestra cómo fue alcanzando de manera progresiva una concepción más abstracta de lo representado. El paisaje se condensa en manchas de color que crean una realidad distinta a la observada, aquella que se sitúa en la superficie del cuadro, con sus relaciones internas de consonancia o contraste y haciendo visible el rastro del pincel, con sus diferentes matices expresivos.
En torno a 1980 se sumerge en la abstracción y son tres los elementos con los que trabaja: el color, el gesto y la materialidad del soporte y de la pintura. Además, las transparencias le permiten representar planos diferentes y crear cierta sensación espacial dentro del cuadro.
«Pintar, mezclar colores, todo un tiempo con la inquietud de espacios, interior exterior, el hueco abertura grieta a veces un poco, o un todo que sale hacia fuera, quizás el cuadro es como el paso puerta o ventana hacia esa salida.
Color transparencia, el soporte firme como base y principio de todo, lo araño, rayo, corto, ensucio… y qué hermoso queda después cubierto.
Gris, blanco, negro, azul, color, tiempo, hueco, espacio, todo»
La exploración en un plano puramente pictórico se fundamentaba en la profunda necesidad expresiva de la artista, derivada de un cambio personal importante, que acarreaba sufrimiento, pero también una gran liberación. El acto de pintar se convertía en una manera de escapar de lo traumático, de vivir en otro plano, pero era asimismo un ejercicio introspectivo y, en cierto modo, una experiencia catártica. Este proceso vital y artístico se materializó en series especialmente fecundas, como la de las Ventanas (1983-1986) y los Mares (1987-2015), esta última con gran peso en su madurez.
«Desde hace un tiempo tengo una especial necesidad de contemplar la enorme masa de agua en movimiento que es el mar, observar las corrientes, olas, remolinos, espumas y cambios de color que se producen por efecto de la luz o la profundidad de sus aguas, y no sólo necesito contemplarlo sino introducirme en él, quedarme sumergida (…) Si a estas sensaciones puedo añadir el placer del embadurnamiento, la materia cubriente en amplia superficie, el retorno al aceite (desdeñado en otros tiempos) que junto a los pigmentos conforman ese hermoso pringue, con el que se unen otras placenteras sensaciones, hasta llegar a plantear una duda: ¿qué es la realidad de todo ello? (…) es otra realidad. Aparece un nuevo objeto, el cuadro (…)
A partir del año 1997 se inicia un periodo de mayor calma y la expresividad gestual fue, en parte, sustituida por un nuevo interés por la figuración y por temas como la memoria, la ciudad o el jardín. No son temas banales, son ideas y realidades fundamentales de nuestra cultura. Las inquietudes y reflexiones de tipo intelectual se integran en su obra, fundiéndose con estímulos más personales. El mar no desapareció de sus cuadros, llegando prácticamente hasta el final de su producción, en grandes lienzos, así como en las acuarelas que pintaba durante sus viajes en pequeños cuadernos. Los sueños, los deseos ocultos aparecen en cuadros de una gran belleza estética, no carentes de profundidad psicológica, aunque en muchos casos prevalezca el puro placer de la pintura.
Se han elegido para esta exposición muchas obras de gran formato, pues es uno de los aspectos que caracterizaron su producción. Estos tamaños permiten una total concentración en el cuadro, pero también conllevan un trabajo de entrega física al soporte: los amplios movimientos del brazo, el continuo acercamiento y alejamiento para poder apreciar lo que le falta a la composición, o lo que sobra… Pilar Marco vivía con el cuadro un largo proceso, primero de comprensión del soporte, segundo de elaboración y desarrollo de sus posibilidades expresivas. La superficie pictórica está erosionada, rayada, frotada; el resultado no es fortuito, al contrario, está muy meditado, como subrayaba Miguel Casado refiriéndose al gesto pictórico. Quien contempla estas obras puede recrearse en el trabajo de la artista, pero puede también sumergirse en el espacio que crea en su extensión, profundamente absorbente y que estimula un goce estético de gran valor.
 
Isabel María Rodríguez Marco Junio de 2023