La dimensión teatral de José Luis Alonso de Santos es tan intensa y poderosa que resulta dificilísimo restringirse a los límites materiales que impone una exposición como la presente. El primer contacto con el teatro fue en él tan temprano como natural, y se remonta a los juegos de un niño que representa sus primeras lecturas en el portal de su casa. En aquel "rincón feliz" -como lo denomina Antonio Piedra en su reciente ensayo sobre Alonso de Santos-, situado en el barrio de Santa Clara de Valladolid, "los límites de la vida y del hombre empezaron a rodar sencillamente con palabras y con gestos hacia una determinación".

Con esta misma espontaneidad, se explica también la vocación del niño que llegará a trazar una de las trayectorias más firmes y fecundas de la dramaturgia española del siglo XX y parte del XXI. La vida profesional de este hombre de teatro se concreta, precisamente, en estos cincuenta años: los que van desde su ingreso en el Teatro Estudio de Madrid, en 1964, hasta la actualidad.

En el TEM, el joven Alonso de Santos obtiene su primer papel de relieve con la obra Proceso por la sombra de un burro, de F. Dürrenmatt, montaje que, por cierto, ganaría en ese mismo año el Premio de Teatro Ciudad de Valladolid. Desde entonces, su carrera se expande en todas las direcciones que su talento y su compleja formación le brindan: bien como actor, director, autor, profesor, gestor, o como uno de los teóricos más sólidos con los que cuenta el fenómeno dramatúrgico en España y fuera de ella. Margarita Piñero ha resumido esta multiplicidad en una maestría que "se asienta en un conocimiento profundo del hecho teatral en su conjunto, y en este conocimiento apoya su escritura dramática, que contiene, como consecuencia, una auténtica teatralidad".