Joyas del Museo del Encaje de Tordesillas
Joyas del Museo del Encaje de Tordesillas
El nombre de Natividad Villoldo está ligado por derecho propio a la recuperación y engrandecimiento del arte del encaje en España. Su actividad, incesante y entusiasta, se ha plasmado en facetas tan variadas como la didáctica -a través de la enseñanza de las técnicas y la creación de una "escuela" propia y personal-, la divulgativa -por medio de muestras temporales o con la colección permanente del Museo del Encaje de Tordesillas- y la investigadora, al recuperar piezas históricas de enorme valor contribuyendo así al estudio académico y estilístico de las mismas. Con ser todo ello acreedor de un reconocimiento público e institucional, donde creo que está el mayor logro de su trabajo es en la comunicación eficaz del gusto por un oficio cuyas principales y más acendradas virtudes ha transmitido siempre a sus alumnos, desafiando con su actitud a quienes consideran las artesanías como un mero acto de repetición de fórmulas del pasado. En efecto, Natividad Villoldo ha incorporado a los procesos mencionados de aprendizaje y magisterio un concepto que convierte la actividad manual en arte: la creación. A partir de ideas y piezas del pasado emprende un camino de recuperación del sentido artístico en la elaboración de trabajos que introducen el diseño como fuente de inspiración propia desde una estética tradicional. Toda esta dedicación multidisciplinaria así como la transmisión de un legítimo orgullo por mantener activa una labor creativa y patrimonial le han hecho merecedora de un prestigio y reconocimiento internacionales, contribuyendo a la comprensión, valoración y respeto por un oficio en el que ética y belleza se anteponen a la consideración mercantil, siempre incompleta sin el imprescindible ingenio. Con su magisterio permanente, Natividad Villoldo ha favorecido la elaboración de un estilo artístico en cuyo proceso intervienen no sólo unas normas, que atañen a la forma y a los materiales y que constituyen la base empírica de su dedicación, sino también la fantasía del artista que firma y sella con su aportación personal la obra realizada. Probablemente es responsabilidad de la propia sociedad -de todos, en suma- la consideración y el respeto que deben merecer quienes conservan técnicas y materiales milenarios poniéndolos al mismo tiempo al día gracias a su formación específica y actualizada y a su talento.
Joaquín Díaz